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domingo, 26 de octubre de 2014

Todo se empezó a complicar.

Iban pasando los días después de la noche en la que nos conocimos e iba notando la necesidad de hablar con ella, de preguntarle cómo estaba o simplemente sacarle cualquier tema de conversación. 

Al día siguiente ella me pidió que le mandara un mensaje de audio, quería escuchar mi voz, así que se lo envié. A cambio, le pedí que ella hiciera lo mismo y así poder escuchar su voz y cuando por fin escuché su voz, noté como una tensión extraña se apoderaba de mi cuerpo por completo. Me encantó, su voz me encantó. Era una voz potente, una voz de mujer. Era una voz algo ronca pero a la vez femenina. Una mezcla que por supuesto acabó por hacer que quisiera escucharla más. Pasaron los días y ella se saltaba clases algunos días para hablar conmigo por las mañanas ya que yo tenía las mañanas libres. Me despertaba y la llamaba. Toda la mañana nos la podíamos pasar hablando sin parar. Me hacía reír bastante, más de lo que nunca nadie me ha podido hacer reír… ¿y qué puede ser más bonito que eso? Cuando alguien te hace reír, sientes libertad, alegría y completamente una forma de evadirte de una realidad bastante agotadora.

Me puedo acordar perfectamente de la primera vez que me hizo reír tanto. Yo pensé que esa mujer era completamente perfecta, sin duda. Empezamos a hablar con más continuación, a vernos por la cam, etc. Pero claro, luego está la parte de la moral, la voz de la conciencia. ¿Esto está bien? Tengo pareja, una persona que me quiere muchísimo. Entonces, en ese momento intentaba alejarme de esa niña, de esa niña que estaba haciendo que un sentimiento que desconocía aflorara en mí.


Todo empezó a empeorar, empecé a depender completamente de esa persona. No podía dormir si no era junto a ella, no podía despertarme y no ver un “Buenos días, amor” de ella escrito por WhatsApp, etc. ¿Me estaba volviendo loca? ¿Puede ser que estaba descubriendo algo que nadie me había dado? Entonces empecé a pensar: “¿Qué tiene ella que no tenga mi novia?” Porque no era nada normal que otra persona me estuviera volviendo loca, casi literalmente. Empecé a obsesionarme con pasar cada minuto de mis días con ella, dependiendo de cada paso que ella daba. No era normal, llegaba al borde de la locura, al borde de llorar casi todas las noches por intentar descubrir qué es lo que estaba sintiendo.


viernes, 24 de octubre de 2014

El día en el que empezó todo.

Será mejor que empecemos por el principio, no es nada fácil mi historia.

El 18 de agosto del 2014 yo empecé a salir con una chica, una preciosa niña de 17 años que conocía desde hace aproximadamente un año y algunos meses. Nos dimos cuenta que nos queríamos bastante y nos pareció buena idea empezar una relación seria. Sentía como ella me llenaba por completo, me daba todo lo que necesitaba, o al menos eso pensaba yo. Todos los días hablábamos por teléfono, no había ni un día que no nos llamásemos. Sí, era una chica que vivía bastante lejos de mí.

Cuando era más joven, viví algunas “historias de amor” a distancia, pero siempre esporádicas, siempre me mentían, me engañaban o simplemente no sentían verdadero amor. Por ello, hace un año, más o menos, decidí no estar nunca más con nadie que viviera lejos de mí. Me negué totalmente. Pero ya a mi chica la conocía desde hace bastante tiempo y fue entonces que me dije a mí misma: “No te niegues esta vez, puede ser que sea la indicada, la verdadera.” Me decidí y, con mucho valor, empecé con ella. Era precioso compartir mi vida con ella, creía.

Cumplimos el primer mes, y todo era bastante bonito. Un viernes, precisamente el viernes 19 de septiembre del 2014, como otro viernes cualquiera, después de salir de clases fui a casa de mi amiga a quedarme el fin de semana a dormir. Pero esa noche, vi como ella se conectaba a un chat. ¿Un chat? ¿Eso realmente para qué sirve? Se supone que ahí no encuentras nada, pero bueno, era su decisión y si quería conocer a alguien, me pareció bien. Yo seguí con mi portátil, en el sofá, escuchando música. Pero realmente la idea del chat me dio bastante curiosidad. Mi novia había salido con sus amigas esa noche y no tenía otra cosa mejor que hacer, tampoco parecía mala idea para echar la noche del viernes. Por lo tanto, decidí entrar al chat y comencé a leer la sala general. Algunas chicas me habrían privado para lo que todos sabemos: “sexo cibernético”. ¿En serio? ¿A estas alturas? Bueno, cerraba las ventanas y seguía leyendo, nada más. Hablaba con alguna chica que otra, las que parecían que no buscaban nada raro, pero yo siempre aclaraba que tenía pareja, que sólo venía a hablar y conocer personas, pero que sólo para ese momento, pues no daría información privada. De repente me abrió privado una chica, el cual su nick me había producido intriga, me gustaba, no era tan común como la gran mayoría, y empezamos a hablar. Una conversación normal y bastante interesante, pero ojo, también le avisé que tenía pareja, por si quedaba alguna duda, nunca se sabe. Hablábamos de manera fluida y divertida. Ella me contaba cosas suyas y yo cosas mías como qué estudiábamos, qué música nos gustaba, qué hobbies teníamos. Ella era de Madrid, yo de Canarias. Recuerdo que uno de sus comentarios fue: “No me gusta nada las playas”. Yo me reí, era bastante gracioso que una persona que vive en un lugar sin playa, no le guste; pensé. Además, me llevé la sorpresa que ella también tenía pareja. ¿No era la única persona rara que entraba en un chat de lesbianas aun teniendo pareja? Eso me llamó más la atención y seguimos hablando un rato más. Cuando ya se iba a ir, sentí algo raro, pues me dijo que no iba a volver a entrar al chat, que había sido un casual y que había entrado solamente para reírse de esas chicas desesperadas y vacilar con ellas. Sentí que perdía la oportunidad de conocer a una chica bastante interesante que podría ser en un futuro una buena amiga con la que poder charlar. Entonces, me pidió el número del teléfono para así seguir hablando por WhatsApp. ¿En serio me lo había pedido? Qué mal, yo no quería dárselo, me daba miedo con qué podría encontrarme, pues sólo habíamos hablado esa noche. Entonces, después de un rato pidiéndole consejo a mi amiga, me recomendó que se lo diera, era sólo una chica a la que había conocido y que nos habíamos caído bien. Era cierto, no tenía por qué exagerar las cosas. Finalmente, le di mi número y me habló. Seguimos hablando hasta las tantas de la madrugada, ¿4 o 5 de la madrugada? Esa misma noche me pidió una foto y se la mandé. Cuando me dijo que era bonita, incluso sonreí; así que también le pedí una foto a ella. Me pareció bonita también, pero ahí se quedó, no fue a mucho más la conversación. Cuando ya no aguantábamos ninguna de las dos el sueño, decidimos dormirnos.


Ese día, ese día fue el día en el que empezó todo.